Publicado por: Bisho
La técnica LASIK (Laser-Assisted in Situ Keratomileusis) es una de las más utilizadas hoy en día para corregir defectos visuales, modelando la córnea del paciente por medio del láser.
Desde su aparición en 1990, el LASIK se ha ido perfeccionando bastante, siendo hoy en día un método muy seguro y capaz de adaptarse a la gran mayoría de los pacientes.
Esta técnica está desaconsejada en pacientes con la córnea demasiado fina o con graduaciones muy altas (por encima de las 10 dioptrías). Para esos casos existe la alternativa del implante de una pequeña lente intraocular, que del mismo modo corrige la curvatura incorrecta de la córnea del paciente.
A continuación contaré mi experiencia personal:
Mucho antes de pasar por el quirófano, tuve que someterme a una serie de pruebas en las que se determinaría si podía operarme o no, y por qué método. Me las hice en la Clínica Baviera, por la sencilla razón de que encontré una promoción que me las hacían totalmente gratis y sin compromiso. Me graduaron, me dilataron la pupila, me hicieron un fondo de ojo, me midieron el grosor de la córnea y me hicieron un mapa topográfico de la misma mediante un láser de baja potencia. De esta forma determinaron la localización y la cantidad de tejido corneal que debía eliminarse.
En algunos casos pueden existir factores que impidan la operación, como por ejemplo un grosor de córnea insuficiente. En mi caso me dijeron que aunque estaba cerca del límite, tenía grosor de córnea suficiente para el LASIK. Me explicaron la operación en detalle, me detallaron los riesgos y me dieron el presupuesto.
En este punto, fue el momento de tomar la decisión. En mi caso no lo tenía demasiado claro, y me llevó bastante tiempo decidirme. Por un lado tenía claro que iba a vivir más cómodo sin gafas, y que estéticamente prefería no tener que llevarlas. Por otro lado es una operación de la que no hay necesidad, y me daba miedo que algo pudiera salir mal.
Me tomé mi tiempo para pensar, y finalmente me lancé a hacerlo. Puse en lado de la balanza los riesgos, que realmente son muy remotos, y en el otro las ventajas de operarme, y ganaron por goleada. Además, gracias al Carnet Joven me hicieron un descuento bastante importante en el precio final.
Unos días antes de la operación tuve que dejar de usar las lentillas. Además me indicaron que debía limpiarme la zona de los párpados y las pestañas con unas toallitas especiales. También tuve que comprar una serie de colirios que necesitaría después de la operación.
El día de la operación, nada más llegar a la clínica, me administraron un relajante. Me hicieron algunas pruebas de última hora, y al cabo de unos minutos me llevaron al quirófano, mientras le explicaban a mi familia todo lo que había que hacer después de la operación.
Una vez en el quirófano, me administraron unas gotas de anestesia en los ojos. Fueron preparando todo mientras el cirujano me iba contando paso a paso lo que hacían. Se iba anticipando a los acontecimientos para que no me asustara. «Ahora vamos a calibrar el láser, oirás un ruido muy fuerte como el de una turbina… ahora te vamos a sujetar los párpados con unas pinzas para que no cierres el ojo…»
Enseguida está todo preparado para empezar. Te enchufan con el láser. Se siente una sensación desagradable y de presión en el ojo, pero no es doloroso. Tienes que mirar fijamente una luz roja, notas un ligero olor a quemado… y antes de que quieras darte cuenta, han terminado. Pasan al otro ojo y repiten la operación. En menos de diez minutos estás saliendo del quirófano con los dos ojos operados.
Después de la operación me dejaron una media hora en una sala casi a oscuras, con unas gafas de sol puestas y los ojos cerrados. En unos diez minutos escuché que venía alguien, y no pude evitar abrir el ojillo. Era la siguiente paciente, ya operada. Pude ver su cara, todos sus rasgos, donde una hora antes, desde esa distancia y sin gafas, apenas hubiera distinguido unas manchas de colores.
Tras esa media hora me hicieron una pequeña revisión. Me dijeron que todo estaba bien y me mandaron para casa. Tuve que estar unas 3 o 4 horas con los ojos cerrados, y echándome continuamente gotas para mantener la humedad de los ojos. Me advirtieron que podía tener alguna sensación desagradable, como de arena dentro de ojo, y que bajo ningún concepto debía tocarme la zona alrededor de los ojos.
La misma tarde de la operación tuve que volver a la clínica para una revisión. Me confirmaron que todo iba bien, y que ya podía empezar a hacer vida normal, a excepción de bañarme en piscinas y hacer deportes de contacto o de pelota. Realmente yo veía muy bien, ligeramente borroso pero infinitamente mejor de lo que veía antes sin gafas.
La noche de la operación me acosté con algo de miedo. Había leído por internet que se pasaba muy mal, que apenas se podía dormir, que se tenía picor, escozor, sensación de arena dentro de los ojos. En mi caso, nada de eso fue así. Antes de acostarme me eché el colirio especial que me mandaron para ese momento (mucho más denso que el otro) y dormí de un tirón y sin ninguna molestia. Eso sí, por seguridad dormí con gafas de sol puestas, para evitar rozarme con las sábanas, o restregarme los ojos entre sueños.
En los días siguientes a la operación fui reduciendo la dosis de colirios, pero no tuve ninguna sensación desagradable. Hice vida normal, pude ver la tele, salir a la calle, siempre con la precaución de llevar las gafas de sol y de tener siempre un bote de colirio a mano.
Los primeros problemas surgieron cuando me reincorporé al trabajo. Hay que tener en cuenta que trabajo delante de un ordenador las ocho horas que dura mi jornada. Según avanzaban las horas iba viendo algo más borroso, a pesar de que me echaba puntualmentte los colirios. Al final de la jornada tenía una sensación de fatiga visual muy grande, debido al esfuerzo que me suponía enfocar de cerca (enfocar de lejos no me suponía ningún problema). Salía viendo algo borroso, y me daba miedo poder estropearme los ojos por culpa de ese sobreesfuerzo.
Al cabo de una semana tuve que ir de nuevo a revisión. Me volvieron a decir que todo iba bien, que el tejido iba asentando con normalidad. Les conté mi problema, y me tranquilizaron un montón. Me dijeron que la fatiga era normal, debido a que los miopes tenemos el enfoque de cerca «sintonizado por defecto», y que ahora al quitarme la miopía tenía que hacer uso de un músculo que habitualmente no había trabajado. Y me dijeron que hacer ese esfuerzo era positivo y necesario para que el ojo empezara a funcionar con normalidad. Tenía que «entrenar» los ojos. Ese mismo día me dijeron que me dejara de poner las gotas de colirio con antibiótico y antiinflamatorio y que siguiera sólo con la lágrima artificial.
Casi un mes después de la operación confirmo que, efectivamente, me he ido acostumbrando progresivamente al trabajo con ordenadores y a enfocar de cerca. Aunque me sigo administrando los colirios, ha bajado bastante la frecuencia. Estoy absolutamente encantado con la operación, y se la recomiendo a todo el mundo que esté dudando.
Pronto tendré que ir a la revisión del mes. Creo que me graduarán la vista para ver si me ha quedado algún resto de miopía, y el cirujano determinará si merece la pena hacer algun retoque o dejar todo como está. Yo noto que veo muy bien, quizás no tan bien como con gafas, pero la pérdida de visión es mínima.
Como ya comenté en mi caso me operé en la Clínica Baviera, porque fueron los que me ofrecieron hacerme gratis las pruebas para determinar si podía operarme o no, y porque al ir a hacerme esas pruebas me dieron mucha confianza. En cualquier caso, vayáis a esta o a otra clínica, no miréis solamente el precio, pensad que unos cientos de euros arriba o abajo no son nada al lado de la salud de vuestros ojos. No os la juguéis por ahorraros unos euros.